Jugar a ganar y respetar
- Iván Andrés Valdés
- 23 jul 2018
- 3 Min. de lectura
Cada tanto surgen debates que no tienen mucho sentido y que algunas veces son para encontrar el pelo al huevo. Hace pocos días surgió la idea que ganar a un rival de categorías inferiores, por un amplio marcador, era faltarle el respeto como ocurrió en el 8 a 0 de Independiente ante Central Ballester. El mismo tema parece que se quiso imponer ayer después en el encuentro que dejó a River como ganador por un resultado de 7 a 0 que se disputó en Santa Fe.

Quizás faltarle el respeto al rival no sea ganar por una amplia diferencia a tu rival, seguramente esté más asociado a lo que decía Gallardo: es preparar el partido con la responsabilidad que implica. Lamentablemente la situación en las categorías por debajo de la D es completamente distinta a los equipos que militan en los primeros planos del fútbol argentino. Esto se vio contra Central Norte de Salta: un equipo desdibujado que solamente jugó dos partidos en el año previo al cruce contra River y los mismos fueron ante Sol de América.
El planteo impuesto en el debate futbolero me hizo pensar que faltar el respeto al rival era otra cosa: por ejemplo los equipos de primera división que quedaban afuera de la Copa en primera instancia. Hace no mucho tiempo, AFA determino que los denominados ‘’grandes’’ empiecen su recorrido desde instancias anteriores a las de 16 avos. Esto último ocurrió porque consideraban que no le daban la importancia necesaria, sobre todo en un torneo federal que permitía que un equipo de menor talla pueda jugar ante los grandes como River, Boca, San Lorenzo, entre otros.
Faltar el respeto quizás fue los planteos que hacían los grandes equipos: llevar suplentes y muchas veces juveniles a exponerse a una derrota. Quizás una derrota que después los podía comprometer a futuro y que dejaba en evidencia la falta de compromiso mencionado anteriormente. En el caso de River pasó lo mismo en el 2013: aquel recordado partido ante Estudiantes de Buenos Aires que perdió 1 a 0 y que dicho equipo dejó una imagen pálida e inclusive con muchas críticas a Ramón Diaz.
Es verdad que la Copa Argentina empezó a valorizarse por el pase a la Copa Libertadores y que en los últimos años estos equipos grandes empezaron a mirarla de otra manera. Pero lo cierto es que dicha competencia dejó en evidencia una realidad que viven muchos de los rivales de los equipos de primera o del nacional: el desmantelamiento estructural que sufrieron. Como fue el caso de Central Norte y de los equipos que militan tanto en el Federal A o B que esperan el inicio de una nueva competencia.
A pesar de que el partido tuvo un quiebre en el segundo o tercer gol, los restos de los minutos parecían estuvieron demás y River intentó darle el mejor uso posible. Entre otras cosas para encontrar rotación, afianzar confianza en puestos como el de Casco, Palacios y del posterior ingresado Cristian Ferreyra. No hubo un análisis posible porque la pérdida de la pelota por parte de los rivales, al no tener precisión en dos o más pases, implicó un nuevo avance para el ‘’Millo’’ que tuvo más que espacios disponibles para hacer lo que quisiera.
Faltar el respeto hubiera sido sobrar el partido, hacer movimientos o jugadas que dejaban en ridículo al rival e impotente en algunas oportunidades. Hacer pases sin sentido quizás era otra manera de no darle importancia al rival, inclusive con el partido ya definido pero no fue así. Al equipo de Gallardo, inclusive con el marcador abultado, le fue valorado el hecho no dejar de seguir jugando también con las acciones por fuera de la cancha que marcaron la diferencia.
Sobrar no es ganar por amplia diferencia, quizás este planteo no se hubiera dado en otros contextos como un Argentina 6 vs Serbia 0 en Alemania 2006. También con el caso contrario del España 6 vs Argentina 1 que se jugó hace pocos meses, aunque las situaciones sean de otro tipo como partidos amistosos y demás. O si vamos al caso de River: la goleada que propinó a Jorge Wilsterman el año pasado por la Copa Libertadores.
Faltar el resto es no valorar al rival que está a tu frente. Hacerlo sentir inferior con los planteos y con los nombres que se ponen en la cancha. Además de no ser profesional porque frente de uno hay un colega que hace su trabajo, porque los jugadores aunque muchos no lo vean de la misma manera: son trabajadores.


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