No te metas, Mauricio
- Iván Andrés Valdés
- 3 nov 2018
- 5 Min. de lectura
Estamos a sólo seis días de acontecimiento más importante en la historia de nuestro fútbol local, una final de la Copa Libertadores entre River y Boca. Lo que parecía no poder superar más aquella Súpercopa en Marzo o los cruces que se dieron en menos de un año en el contexto de la Copa Sudamericana y la misma Libertadores. De alguna manera el mundo empieza a mirar al país más austral porque se viene un hecho que no tiene precedentes y quién sabe cuándo pueda volver a ocurrir.
Hay aproximadamente 23 países que están pidiendo acreditaciones para poder cubrir la final entre los dos más grandes equipos de Argentina. Desde Uruguay, Paraguay, hasta el otro extremo del mundo con Australia, aunque no todos podrán entrar en la Bombonera o en el Monumental para el partido de vuelta. Los propios medios de comunicación de nuestro país también anticipan estos duelos como una serie histórica y probablemente, desde un comentario personal sea el segundo acontecimiento más importante de nuestro fútbol, después de obtener los dos mundiales.

En la mañana del viernes, mientras que gran parte de los argentinos nos despertábamos para finalizar la semana de estudios o laboral, la cuenta de Twitter del presidente Mauricio Macri dejó sorprendidos a todos. ‘’Lo que vamos a vivir los argentinos en unas semanas es una final histórica. También una oportunidad de demostrar madurez y que estamos cambiando, que se puede jugar en paz. Le pedí a la Ministra de Seguridad que trabaje con la Ciudad para que el público visitante pueda ir’’.
Una medida que fue bastante polémica, porque días anteriores se descartaba la posibilidad de poder desplegar un operativo para un evento de esa magnitud. Sobre todo porque no se tienen los recursos necesarios para llevarlos a cabo y también por el temor de lo que pueda suceder previo a esos partidos. Desborde de hinchas, algunos colados, incidentes, algo que definitivamente nuestro país no está preparado, marcando un retroceso de nosotros como amantes del fútbol y como sociedad.
¿Qué lo llevó a decir eso? Se puede especular desde una decisión política hasta la posibilidad de girar la opinión pública a otro sector. Lo que si el cambio permitió que River y Boca puedan unirse en un pedido en conjunto, no queremos público visitante. ¿Por qué? El ‘’Millonario’’ obtuvo ingresos de 60 millones de pesos con la venta de entradas, similar a del equipo ‘’Xeneize’’, aunque con una suma menor porque cuenta con menor cantidad de capacidad en su estadio.
¿Argentina está a la altura de poder tener un operativo de esa consideración? Hagamos memoria…
Nuestro país cuenta con la limitación de público visitante desde hace cinco años, después de aquel incidente entre la barra de Boca en un partido contra San Lorenzo. Desde ese momento, todos los equipos tenían prohibido el ingreso de las dos hinchadas a cualquier estadio, incluyendo a los equipos más grandes. Algunos clubes se ‘’avivaron’’ y vendieron localidades para el famoso ‘’público neutral’’, que no tenía que ir con una vestimenta identificadora al equipo que iba a mirar.
De por medio apareció una contradicción ya que los partidos por Copa Argentina podía tener la presencia de ambas parcialidades, obviamente es diferente. Dos equipos que en su gran mayoría son disparejos y en instancias finales empiezan a llegar aquellos que tienen mayor caudal de público. El lujo hasta ese momento eran los partidos de verano, organizados por una empresa privada que si aceptaba la presencia de ambas hinchadas, como si fuera un lujo ver un River vs Boca en Mendoza o un Boca vs River en Mar del Plata.
Con la llegada de la Súperliga empezamos a tener público en ambos lugares, un punto bastante a favor pero se trataba de partidos entre equipos de menor envergadura. A esa altura del partido, River y Boca miraban eso como una mala decisión porque eso implicaba volver a dividir ganancias con la capacidad del estadio, por ende menor cantidad de ingresos. La prueba de fuego sin dudas fue la Súpercopa en Mendoza, al igual que los clásicos de verano: un estadio partido a la mitad, dos hinchadas en un partido de gran importancia que definía una copa.
Los periodistas de distintos medios también salieron a mostrar su disconformidad sobre las afirmaciones del presidente, sus funcionarios se vieron obligados a salir a pilotear un discurso distinto. Pero sin ir más lejos, ayer River sufrió el choque con la policía, algunos heridos, dispersión por medio de balas de goma, unos 50 detenidos ante un cruce sumamente intrascendente si tomamos como referencia el clásico. Juan Martín Lugones en su defensa salió al cruce con una foto que mostraba entradas falsas y de otros eventos para evadir la seguridad.
La sociedad en sí, y no me refiero a los fanáticos por algún partido, se mostró muy disconforme por el rol que salió a tomar el presidente, prácticamente de sorpresa. Más porque existe otros temas que son de mayor importancia y que no los voy a nombrar porque el editorial trata de tener un tinte deportivo. Expuso a los dos equipos a resignar dinero, a organizar un operativo tomando otros recursos del Estado para brindar seguridad.
¿A qué nos llevó? A mudar la fecha original de la final por la cumbre del G-20 debido a que la ciudad de Buenos Aires será un lugar sitiado por agentes de seguridad. Segundo a trasladarlo a un día entresemana a un fin de semana, horario de siesta tirando a tarde. Algo totalmente atípico, más sabiendo que esos horarios por lo general suelen ser de fases previas a la composición final de los grupos. La Copa Libertadores pierde en parte su esencia, la noche.
Los días pasan y la bomba lanzada por el presidente es cada más contradictoria, sin ir más lejos sus funcionarios descartaron la posibilidad de hacer eso previo a sus dichos. Los propios organismos sugieren no organizar un partido en Buenos Aires en el mismo día por Copa Internacional por temor al cruce de hinchas, inclusive por el propio torneo local. Inclusive lanzando ese comunicado el día después de un partido entre Rosario Central y Newell’s a puertas cerradas.
El temor fue tal que se habló de un estadio que pueda tener a las dos hinchadas, luego de barajó la posibilidad de jugarlo a puertas cerradas. Esto último tuvo una repercusión más que negativa y se volvió a hablar de la presencia del público. De sorpresa se solucionó con un partido en Buenos Aires, en el estadio de Arsenal de Sarandí a puertas cerradas, siendo así la decisión más folclórica de nuestro fútbol porque todo se redujo a silencio, justamente por temor.
¿Fue un capricho? Puede ser, nunca dejó de ser un fanático del eterno rival, pero hasta el momento todos vieron con malos términos su decisión. Argentina no está preparada para que dos hinchadas convivan bajo un mismo estadio, en lo que será el partido de la década y probablemente de la historia de los equipos equipos.
Por ahora es inentendible. Por eso, no te metas, Mauricio.


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